Al amanecer, entre sueños escuche a lo lejos a alguien que gritaba a todo pulmón, “¡ATOLE DE MAÍZ¡, ATOLE DE MAÍZ!”, sentí en ese momento un frío intenso, que por la época del año era normal, voltee a ver la ventana y observe que aún estaba oscuro, revisé mi celular para observar la hora y sí, eran las 6 de mañana, recordé entonces con tristeza, que estábamos pasando una época difícil resultado de la pandemia del “COVID”, me levante entonces y no dejaba de pensar en la persona que continuaba su camino promoviendo su producto "atole de maíz".
Después de un rato de reflexión, prendí el televisor para escuchar un poco de noticias, tal y como lo hago todos los días, estas comenzaron con las cifras de los contagios y muertes ocasionadas por la pandemia, así como otras notas relacionadas, ya sea nacional o internacional. A los pocos minutos escuche nuevamente a otro comerciante gritar, "¡TAMALES!, ¡TAMALES CALIENTITOS!" y pensé, “otro que se levantó temprano”, camine hacia la cocina y me prepare un café de grano, el cual comenzó a desprender un agradable e intenso aroma, apenas estuvo listo y dando el primer sorbo, escuché a la distancia "PAN, PAN DE A PESO, SALGA POR SUS DELICIOSOS PANES", ¡carajo!, dije entre mí, "estos no paran".
Posteriormente me dispuse a iniciar mis actividades, ya que como muchos otros en esos días tenía que trabajar desde casa, poco a poco en el transcurso de la mañana, escuché infinidad de sonidos de alguien que anunciaba su producto, "EL AGUA", "LAS TORTILLAS", "HELADOS, HELADOS", y sorprendentemente no dejaban de pasar, sólo que en está ocasión me percate de algo que salía de lo común, “ATOLE DE MAIZ", ya había pasado por lo menos unas dos veces más, reflexioné entonces, este tipo insiste mucho y curiosamente a pesar de escucharlo todos los días nunca lo había visto, salí por un momento y por fin lo vi pasar en su triciclo, acompañado de un pequeño de escasos 5 años, me dio curiosidad que su semblante, a pesar de todo, se veía como una persona feliz, reía y platicaba amenamente con su pequeño, me dije, no pude ser posible que con las circunstancias que vivimos actualmente, esta persona sea tan alegre y se note tan despreocupado; reflexioné un poco y pensé: “bueno, la verdad es que para él, la situación requiere de más esfuerzo y lo que para nosotros es una nueva realidad para él no ha cambiado tanto”, siempre lo he escuchado, pero como estos días he estado en casa lo escucho mucho más, él como muchos otros, mantienen a sus familias a través de un negocio informal, viven al día, no tienen seguridad social y si ellos no salen a trabajar simplemente no tienen para comer.
Pensé en todos aquellos a los que había escuchado pasar, anunciando algún producto que vendían y la verdad son demasiados, ellos siempre han estado ahí, en el mismo lugar, son los invisibles para muchos, pero sí, ahí están luchando todos los días, lejos de las críticas que por cierto no las toman en cuenta, ya que no son su prioridad, ellos tienen otra necesidad mucho mayor, sí, la de mantener a su familia, y lejos de rendirse salen todos los días a enfrentarse contra la adversidad no tienen derecho a enfermarse ni a tomar un día de descanso, su prioridad es llevar lo necesario para que la familia salga adelante, por lo menos ese día.
Posteriormente, ya de tarde y dispuesto a descansar, mi esposa y mi hija escucharon a lo lejos los gritos de alguien que vendía tamales, y me insistieron que saliera pronto a comprar pues pasan rápido y no los iba a alcanzar; salí como pude, con las medidas pertinentes de cubre bocas y demás, dispuesto a cumplir el antojo de mi esposa y mi niña, sin embargo, una tremenda lluvia azotaba desde hacía un buen rato y el frío se sentía a todo lo que daba, al asomarme a lo lejos a media calle visualice el triciclo de los tamales, salí corriendo y la lluvia se me vino encima, me empape y como pude llegué al triciclo, que afortunadamente contaba con un paraguas, donde me resguarde; la señora que vendía, atendía en ese momento a otra persona que llevaba por lo menos unos 10 tamales, en ese momento el viento frío soplaba intensamente y me temblaban hasta los dientes, al terminar de despachar a la otra persona le di las buenas noches y le solicité otros tamales para mí, pero al voltear la señora de inmediato se disculpó diciéndome muy apenada “ya no tengo, hoy termine temprano, ¡pero no se preocupe que mañana paso otra vez y con gusto le aviso!”, ¡¡¡¡¡me dio un tremendo coraje!!!!!, que se desvaneció al momento de ver asomarse de su espalda una pequeña manita y posteriormente la carita de un pequeño que me observaba con sus enormes ojos y una enorme sonrisa, la señora lo resguardaba en su rebozo y de inmediato le indico que no se asomara ya que hacía bastante frio. Fue entonces cuando la observe con más detenimiento, su rostro se notaba cansado pero con cierta felicidad, para ella, las 10 de la noche era temprano y terminaba su labor, traía unas chanclas de plástico en sus pies y estaban bastante mojados, le comente entonces que no se preocupara y que sí, que pasará al día siguiente porque sin duda le iba a comprar algunos tamales.
Entonces regrese despacio, con la lluvia pegando en mi rostro, al mismo tiempo que pensaba en todos esos comentarios donde decían que eso del virus era una guerra comercial para que se posicionaran los países poderosos, entonces reaccione pensando que si las cosas fueran así, está señora sería una Adelita moderna y hoy, ella con todos los demás, pasarían a ser el mejor ejercito del mundo. Por un momento me sentí orgulloso, por una simple razón, si ellos nos ponen el ejemplo y no se rinden, nadie tiene derecho a rendirse, no importan las ideologías o cuestiones políticas; ellos son nuestro entorno, son parte de este México contemporáneo, del cual a pesar de todo me siento orgulloso de pertenecer.
Al llegar a casa, mi esposa frustrada, se enfureció al verme entrar totalmente mojado, al explicarle lo sucedido y que la señora había terminado, según ella, "temprano" y "contenta", entonces me entendió, me pidió que tomara un baño que al salir tendría listo un atole, así que finalmente solucionamos el antojo. Después de una breve platica nos fuimos a descansar, era muy tarde y la lluvia continuaba, ya acostado a lo lejos escuche: ¡¡¡¡ATOLE DE MAÍZ, ATOLE DE MAÍZ CALIENTITO!!!!, cerré los ojos y pensé "Con esos soldados nunca vamos a perder, gracias a todos ellos este país sigue de pie".